miércoles, 17 de mayo de 2017

No Hay Lugar Como El Hogar

La oscuridad inundaba mi mente y me dolía la cabeza de una manera tan peculiar que hacía que me preguntara si no había una horda de elefantes bailando tango, salsa y chachachá dentro de esta.

Estiré mi brazo y palpé el otro lado de la cama, sintiendo instantáneamente el frío de las sábanas, indicando que ese lado no había sido ocupado en un buen rato; fruncí el ceño y abrí los ojos, observando con cautela la habitación donde me encontraba y tratando de buscarte o algún indicio de tu paradero.

Tarde unos segundo en registrar que esta habitación no era la mía, si no de la que compartimos hace algunos años, traté de no entrar en pánico mientras notaba el mal estado en el que se encontraba la habitación: las paredes estaban enmohecidas, había goteras regadas por todo el techo, los muebles desgastados y las cortinas rotas.

Me detuve un momento para observar por la ventana lo que se encontraba afuera y abrí los ojos sorprendido al notar que las calles no pertenecían a mi amada ciudad y que el Sol no brillaba en el horizonte -o tal vez lo hacía pero las nubes lo escondían de mi vista. Traté de buscar a alguna persona caminando por la calle o dentro de los negocios que seguramente habían visto mejores tiempos, pero no había ninguna señal de vida.

Me senté en la silla paralela a la pared con mucho cuidado, tratando de no hacer algún movimiento brusco y que ésta terminara rompiéndose y con ella los momentos que compartimos en esta; puse mi cabeza entre mis manos y suspiré con frustración, pensando e ideando planes para encontrarte y salir de este lugar cuanto antes.

Cuando alcé la cabeza me di cuenta que tu negligé estaba doblado a los pies de la cama y que yo traía puesta la ropa del día anterior.

Pasaron los minutos antes de que finalmente decidiera salir a la calle con tu negligee amarrado en mi cintura y una lámpara en la mano –lo único que encontré en buen estado y que podría funcionar como un arma en caso de emergencias.

Vagando por las calles no pude evitar sentir el escalofrío que recorrió por mi espalda al caer en cuenta que todo en este pueblo-o realidad alterna, que sé yo- estaba compuesto por negocios, parques, calles, atracciones y casas que habíamos visitado juntos en el pasado.

Me encontré frente al restaurante donde tuvimos nuestra primera cita, ¿lo recuerdas?, ese día llovió a cántaros y corrimos divertidos en nuestras ropas de gala desde el carro hasta el restaurante, ganando una rodada de ojos por parte del mesero y una que otra mira rara de parte de otras personas.

Sacudí mi cabeza para alejar esa memoria de mi mente y concentrar mi vista en aquella esquina donde nos dimos nuestro primer beso, unos metros a la derecha estaba aquel hotel en el que nos hospedamos en nuestras primeras vacaciones, al fondo de esa calle se encontraba aquel parque donde nos peleamos más de una vez y junto a este el pequeño café donde lloramos y nos besamos después de estas peleas.

Suspiré con nostalgia mientras seguía vagando por esta extraña ciudad que me traía los mejores y los peores recuerdos de nuestra vida.


Al pasar las horas y quebrarme el coco pensando qué había pasado, caí en cuenta que (ya que no sabía la extensión que tenía) este pueblo o ciudad fantasma no era nada más ni nada menos que mi propia mente después de tu partida.

lunes, 1 de mayo de 2017

Tazas Rotas

En los sueños, las tazas dan indicaciones de amor, bondad o prosperidad en nuestras vidas; por el contrario, las tazas rotas traen consigo premoniciones de impotencia, culpabilidad o fracaso.

Tal vez no lo somos en sueños, pero en realidad somos tazas de carne y hueso, tazas que sienten, tazas que se rompen, tazas que se pierden.

Es como el cuento del viejo y el corazón perfecto, en este caso nuestros corazones son conjuntos de tazas, les damos una a cada persona importante que llega a nuestras vidas, con amor damos partes de nosotros esperando que las cuiden como los piratas cuidaban sus tesoros.

El problema con los humanos es que somos impredecibles, el problema con las tazas es que son frágiles, por lo que no tenemos la seguridad de que la persona que recibe nuestra taza la pueda mantener en su máximo esplendor.

Puede que ocurran accidentes, donde alguien “sin querer queriendo” despostille la taza o –en el peor de los casos- la rompa, pero en estos casos no has de preocuparte tanto porque tratan de enmendar su error, arman la taza como un rompecabezas, la tratan de reponer a su manera, y aunque no quede perfecta, al final la intención es lo que cuenta.

También están aquellos que deliberadamente despostillan tu taza, que sin ningún cuidado del mundo la tratan, que la rompen y no les importa (ni tú ni la taza).

Pero, accidentalmente o con alevosía, una taza rota es una taza rota, ¿no? Aunque la vuelvas a armar ya no es lo mismo que era, ya no sirve igual; entonces, ¿qué haces con la persona que rompió tu taza? ¿Aun las quieres? ¿Todavía las buscas? ¿Lloras o te enfureces?

Si es que te la dieron, ¿rompes su taza? ¿Se las regresas? ¿Te la quedas? ¿Les das solo pedazos de ella para ponerlos donde faltan pedazos en tu taza?

Las tazas rotas –y las situaciones que las rodean- están llenas de contradicciones, son un embrollo del cual no es tan fácil salir, hay tantas variables en juego y tan poco tiempo.

Cuando te regresan una taza rota al partir, ¿cuántos pedazos de estas necesitas para hacer otra taza? ¿Cuántos pedazos incompletos te hacen cambiar como persona? Por los pedazos faltantes, ¿dejas de ser tú?

El dilema principal aquí es: ¿cómo impides que haya más tazas rotas?

¿Dejas de dar tus tazas y las conservas firmemente dentro de ti como si fueras un dragón que colecciona tazas? ¿Confiesas a desconfiar de las personas y les das un manual de cómo cuidar bien la taza que les diste? ¿Te alejas de las personas? O, a pesar de todo, ¿sigues dando tus tazas con la pequeña esperanza que la sepan cuidar?

Tal vez la respuesta es creer en la posibilidad de que algún día, por alguna extraña razón o simplemente porque si, dejará de haber tazas rotas; o tal vez que será más fácil repararlas, que los pedacitos que se lleva el viento podrán ser mágicamente regresados a la taza y que como lo chinos (o coreanos o japonés o alguna cultura que no recuerdo), comencemos a poner oro para pegar los pedazos rotos y en vez de lamentarnos porque se rompieron, aprendamos del pasado y vivimos mejor nuestro presente, aceptando que esas tazas rotas son lo que nos hacen quienes somos.

La base de nuestro ser.


Tazas rotas.

viernes, 24 de febrero de 2017

Oda A Mi Lápiz

Me diste
tus mejores épocas
y, aunque te usaba
a mi antojo,
tú te deshacías
por complacerme,
me diste partes de ti,
algunas quedaron guardadas
en un cajón
y otras el viento
se las llevó.

Has sido mi más
grande compañero,
consolándome y
transformando
mis dolores
en poesía,
me ayudaste
a convertir
mis ideas
en arte,

y aunque te diera
uno que otro
navajazo,
cortándote
poco a poco,
tú siempre te mostraste
fuerte, presente y constante,
sin importar que al final
terminarías
como un recuerdo,
oculto en algún
rincón de mi habitación.

Eres algo que
viene y va,
pero que -
a pesar de que
pase el tiempo-
nunca podré
olvidar.

lunes, 18 de julio de 2016

No importan los años de vida, sino la vida de esos años

La vida se mide en momentos -aunque unos locos la miden en tiempo; pero, ¿qué sucede cuando no tienes momentos que contar? 

¿Acaso tú vida no cuenta? 

Entonces, ¿eso significa que estás muerto en vida? 

No lo sé, a lo mejor eso explica porqué me suicide.

La vida necesita un soundtrack

Yo era música indie, ella música pop; nuestros gustos eran muy diferentes pero coincidíamos en lo que buscaba el corazón.

Me enamoro con sonrisas sabor sandía y besos de media luna, pero al marcharse sin decir adiós, solamente me dejó un disco rayado.

Estrellas, llévenme lejos a un lugar donde nadie sepa de mi

Observaba el atraerse ver por mi ventana, la soledad mi única compañía.

Cuando sólo la luna estaba de testigo, me despedí de ella y me marché.

Ahora me encuentro acompañado de todas esas almas solitarias que se quitaron la vida y que, como yo, solo buscaban un amigo.

¿Alguien controla nuestro universo?

Estaba aburrido, cansado, en soledad. 

Los dioses del Olimpo siente se burlaban de él, así que decidió matarlos y convertirse en el único ser que fuese venerado por los humanos.

Algunos lo llaman Jehova, otros lo llaman Alá, ¿y yo? 

Yo lo llamo Dios.